Hace 20 kilómetros que pasamos la ciudad de San Luis Potosí, capital del mismo Estado; hemos recorrido más de 400.
Frente a nosotros se abre el enorme territorio de la planicie central de la República Mexicana, terrenos semidesérticos, en el que sólo proliferan las nopaleras, la eterna goternadora, los cactus y las yucas, así como algunos raquíticos mezquites; ya son las once de la mañana y el calor y los rayos del sol empiezan a apretar y hacer molesto e incómodo nuestro viaje.
¡Por fin, ahí está nuestro hombre! Parado a la orilla de la carretera, haciéndonos señas con la mano para que bajemos la velocidad, pues ya hemos llegado. ¡Ya estamos en su reino!
Ahí, a 31 kilómetros de la capital potosina sobre la carretera número S7 que sigue al norte hacia Matehuala, Saltillo y más tarde a las poblaciones fronterizas, allí en la mitad del desierto, es donde vive y trabaja José Cruz García, CRUZ, como a conocido en el medio de la plástica.
Nos recibe con el manjar de esos desiertos: las sabrosísimas y frescas tunas potosinas, que alivianan en cierta forma la sofocación que nos produce el calor del desierto.
De inmediato tras presentarnos a su familia nos ofrece el plato fuerte y motivo de nuestro viaje desde la ciudad de México, mostrándonos su obra plástica. Son enormes toros, son enormes vacas, son campesinos, son en sí, la vida y el paisaje que le rodea.
De inmediato nuestra mente en una forma fantasiosa, hace un enorme viaje en el tiempo y el espacio, al ver estos muros cubiertos de estupendas pinturas ejecutadas por manos llenas de callos y grietas que se han formado ahí por el manejo del arado y el acariciar los terrenos y los surcos en el suelo, nos da la impresión de estar viendo las enormes telas que allá en las islas de los Mares del Sur pintara hace más de cien años Paul Gauguin.
Muy atinadamente el periodista Muñoz Ramos tituló uno de sus artículos con el rubro "Del Arado al Pincel", y es que así es la ruta diaria de este notable artista llamado José Cruz García; toma el arado y abre los surcos, para por la tarde tomar el pincel y pintar los cuadros y así sucesivamente en dos actividades creadoras pasa su vida.
Cruz nació en el año de 1948, en la comunidad denominada barbechos de Guadalupe, del Municipio de Soledad Diez Gutiérrez, en el estado de San Luis Potosí: fue ahí su primera maestra su hermana Antonia, mujer mexicana que ha sacrificado su vida por dedicarse en forma empírica a enseñar y educar a los pequeños campesinos.
Estas enseñanzas le sirvieron a Cruz para que más tarde en la pequeña escuela rural del Rancho de San Elías, del Municipio de Armadillo, se le reconocieran estudios hasta el 4° año de primaria.
El 5° y el 6° año los vendría a cubrir más tarde en una escuela nocturna en Naucalpan, Estado de México, mientras trabajaba en la capital del país como albañil.
En la albañilería empezó como peón, más sin embargo, gracias a su habilidad y esfuerzo logró llegar hasta convertirse en maestro de obras.
Su pequeña casa ahí en el desierto potosino, es la muestra más palpable de su conocimiento como constructor, él la planeó y con la ayuda de su padre y hermanos él la construyó.
Es en la capital de la República, donde Cruz tiene el primer contacto con la plástica mexicana y con los grandes creadores de la misma.
Es en el Palacio de Bellas Artes, a donde entró por curiosidad, donde descubre a Orozco, Siqueiros, Tamayo y Diego y es donde recuerda algunos dibujos infantiles que le alababan su padre y su hermana y toma la decisión de que algún día sería pintor, sobre todo emulando a Diego Rivera cuando éste pintaba al campesino mexicano.
Cruz tendría que esperar algún tiempo todavía y es hasta 1974, cuatro años después de su regreso a San Luis Potosí, cuando descubre la existencia en la capital de su tierra natal el Instituto Potosino de Bellas Artes, en el cual en forma gratuita toma clases de pintura.
Ahí es recibido por el maestro Raúl Gamboa, del cual recibirá los primeros conocimientos plásticos y grandes enseñanzas sobre la pintura.
Esta es una época que Cruz recuerda con cariño y estimación a ese maestro.
Ahí en el Instituto Potosino terminó su carrera de artes plásticas y se recibió como maestro, pero es allí también, en donde llegó a la conclusión de que debe alejarse del academismo y de cualquier tendencia, para encontrarse a sí mismo en una búsqueda totalmente personal.
Es ahí donde comprende que todo se ha hecho ya en pintura, pero que sabiendo utilizar la creatividad propia, todos los elementos ya utilizados por otros artistas en el pasado, adquieren nueva vida y obtienen por derecho propio un lugar en el mundo de las artes plásticas.
Cruz analiza estos pensamientos y aún con gran disgusto de parte de su maestro y envidias por parte de algunos de sus compañeros (a quienes faltaba el valor y la creatividad de Cruz), decide lanzarse a su propia aventura y recordando el nombre del municipio en que naciera, "Soledad", se refugia en su propia soledad plástica y en la soledad del campo desértico, buscando la belleza natural, utilizando como modelos a su propia familia y como temática el insondable animismo del campesino mexicano.
Por las noche, Cruz admira el firmamento, espía a las estrellas y a la luna, oye los animales del campo, piensa en el nahual y le teme en la oscuridad, pero sabe que con la luz lo destruye; razona sobre la fertilidad de la tierra y la participación de los astros en tan importante suceso, piensa en la gestación de los animales y en la fecundidad y maternidad de la mujer.
Al unir esa fertilidad con esa gestación y con esa maternidad llega a la conclusión de que se trata de un solo elemento: LA VIDA, y ésta será el espíritu de su obra.
Con esos elementos que Cruz estudia por las noches y que al día siguiente se convierten en temática de su pintura, bástale ya solamente agregar a su enorme creatividad la fantasía mística de un Chagall, el colorido de un Tamayo, la simplicidad de un Giotto y la mexicanidad de un Rivera.
No copia a ninguno de ellos, no lo necesita, le basta sólo con saber aplicar los conocimientos y el buen hacer de esos grandes maestros, verdaderos Titanes de la pintura.
Su actividad es constante y gana menciones honoríficas cuando es aún alumno del Instituto, así como gana el día de hoy apreciaciones favorables de artistas, coleccionistas, críticos y conocedores del arte; sin dejar fuera por supuesto de esta admiración, a la opinión pública, la cual ha hecho el día de hoy que los cuadros de Cruz se localicen en manos de mas de 60 propietarios, algunos de ellos grandes y notables coleccionistas, así como en museos y colecciones oficiales.
Centros de cultura, museos, galerías particulares y oficiales, casas de la cultura y aún salones especiales de la iniciativa privada, se han sentido orgullosos de abrir sus puertas para poder exhibir la obra de este artista campesino.
Críticos como Carlos Guerrero, se atreven a avalarle, e incluso proponen a Cruz como una alternativa de la pintura mexicana, y pintores como Feliciano Béjar y Rufino Tamayo a vaticinar gran éxito para él...
Miguel Alvarez Acosta dice sobre Cruz: "Es indudablemente un artista, pero un artista obstinado, incansable y tenaz, nada lo detiene, no hay complejos ni rubor, no tiene cobardías en confesar humildemente que de su parte sólo confía en el deseo y la inspiración".